«EL CUENTO…»

Poseo (yo) una poderosa razón que me lleva a la realización de esta obra: El mundo. El hombre. La destrucción (y auto) y todo lo que después derive de esas causas.

Tiempo hace ya que debería haber hecho esto. No quiero marcharme de la tierra (de la tierra¿?) sin dejar huella alguna. Desconozco lo que es el arte lo que me lleva a ser más impulsivo en esta tarea (quizás).

La nefasta condición humana, la razón de la siempre sin razón que me condujo por los más dispares senderos de aniquilación y siempre autodestrucción va a ser el eje que mueva la rueda, la máquina…

Con la temprana edad de ocho años (1978 pues, nací en 1970-Madrid) y supongo que más por mi condición (la que me ha  marcado siempre) que por mi educación, camino de casa a la altura de la plaza de Colón (siempre, a los asesinos, se los trató como héroes, se les dedicó tiempo calles y plazas… la historia mal interpretada siempre consecuentemente y con todas sus consecuencias…) le solté a mi padre (lo recuerdo como si fuera ayer… y sí ciertamente…) en aquel viejo Seat 124…le solté: «…esta vida es una mierda que no vale la pena vivirla!!…». Inmediatamente, él, se puso en guardia, puso (tal vez) el intermitente y como asustado (repito lo recuerdo como si ayer fuera) hizo una maniobra de giro hacía la izquierda para detenerse en el arcén, para una vez detenido aquel viejo trasto comenzar con el interrogatorio: «¿Por qué has dicho eso?». Tal vez treinta y cinco años después él lo sepa.

Nací en Madrid como dije antes, un caluroso Agosto de 1970, mi vida y mis primeras andanzas transcurren en un barrio obrero de Madrid: Carabanchel. Barrio en aquel tiempo tomado por el fascismo más casposo y rancio (como todo el norte de África, es decir España).

Llevo en mi sangre (infectada años ha…) una mezcla judeicoextremeñamadrileñavalenciana lo cual es una peligrosa mezcla dependiendo del ente que la guíe… Una infancia feliz en un tiempo «feliz» (en el que nos hacían por ejemplo cantar el «Cara-al-sol» todas las mañanas a las 8,30 en el cole…), tirábamos piedras a los trenes suburbanos a los que acechábamos a la salida del túnel de la estación de Carabanchel y con dirección a Aluche, Campamento, Batán…les tendíamos trampas esperando que descarrilaran en nuestras infantiles mentes; poníamos, por ejemplo, una tira de piedras en la misma vía y nos escondíamos después (nuestras «acciones» contra los trenes y contra las líneas del metro de Madrid, en aquella época eran superfecundas, es decir o «saboteábamos» así, o actuábamos asá…) para observar atónitos como los trenes jamás descarrilaban y hacían añicos saltando por el aire  pequeños pedacitos de piedra. No fuí un buen estudiante: ¿Para qué?. «Si el mundo era una mierda, si la vida no valía la pena vivirla…»; fuí un estudiante siempre mediocre que jamás abría un libro (dado el sistema burgués antes y ahora, tedioso superfluo, engañoso, inquisitorial (ahora SI LO SÉ, tal vez en aquel entonces y cuando me pegaba el profesor «D. Jose Luis», regla en  mano haciéndome juntar los dedos para dar en la superficie de los mismos, o cuando con un montón de libros en cada mano nos hacía estar en un rincón de rodillas tiempo y tiempo, no fuera tan consciente, ahora  año 2005 y mucho antes si lo sé, si sé que es CIERTO. Cultura mediocre con filosofía tipo «la letra con sangre entra», la «letra» engañada y manipulada según convenga, convenía entonces y convendrá después. Sistema autoritario que se ejercía contra niños indefensos en un tiempo brutal despiadado y aniquilador para mentes conscientes o bien pensantes), pero que aún así iba aprobando (supongo ahora que más por temor a las represalias paternas que a otra cosa) con suficientes pobres. Ya desde niño observé la andrajosa condición humana siempre observada por el vástago sin experiencia pero pienso ahora con, eso SI, una objetividad tremenda. Todo lo que me explicaban, todo lo que me decían puesto en práctica, en la calle, se contradecía, llevando pues mi teoría a una extraña desertificación durante TODO el transcurso de mi vida, es decir hasta ahora mismo: ¿Nace o se hace? (el hombre, digo).

Bien, sigamos el relato de mi historia, mi gran amigo Pedro y yo decíamos: «¿Vamos a correr aventuras?», y acto seguido tramábamos algo insospechado para quien creyera que de una mente tan inmadura como es la edad de ocho, nueve años, tal cosa. Acto seguido lo planeábamos y así nos metíamos bien por el hospital militar (en aquellos tiempos en fase de nueva construcción, añadiendo edificios a los ya antiguos) Gomez Ulla (del que fuimos expulsados numerosas veces cuando algún vigilante nos sorprendía durante la «hazaña», bien por alguna obra en construcción a la que vaciábamos, por ejemplo, todo el cemento de las cubas (sabotaje!!), bien por las alambradas de nuestra misteriosa (misteriosísima) cárcel y hospital penitenciario de Carabanchel, en el que en alguna ocasión y si mal no recuerdo entablamos alguna conversación con algún reo que vegetaba por el patio (del hospital si mal no recuerdo) anexo al edificio de la cárcel. Cárcel con su propio cementerio, lleno casi siempre de las mismas y mismas y mismas víctimas, producto y siempre y siempre y siempre del mismo ser: El hombre!!. Ya desde muy pequeños tanto a mi amigo Pedro como a mi nos llamaba muchísimo la atención y no tan simplistamente aquellos edificios consignados a torturar a mujeres y hombres, hospitales, psiquiátricos, cárceles y reformatorios siempre fueron objeto de nuestras visitas por dentro o por fuera. Por dentro y como sistema muchos años después cuando fuí yo el apresado, el procesado por la mayor de las injusticias: el hombre como ente todopoderoso que crea sustancias (igual que balas, pistolas y revólveres…) para después sacarle beneficio económico social o político o las tres juntas dependiendo de la situación, el momento…la mayor o una de las mayores injusticias. Trato de asimilar ahora, de encontrar respuestas y estas hacen continuamente que explote, que explote como una olla a presión…

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