Drogas, dolor y sangre

Las drogas continúan, con más fuerza que nunca, inundando las grandes y pequeñas capitales de la península Ibérica y, en consecuencia, sus prisiones, dónde el Estado capitalista actual almacena a miles de personas atrapadas por ella. De la realidad que ahora expongo ya todos y todas estamos bastante informadas: Galiza, Euskal Herría, Asturies, Catalunya, Madrid, etc., sufren la inundación fácil de la heroína y sus consecuencias en la juventud: por eso, es de la droga en la cárcel de lo que quiero hablar hoy, desde la realidad en que yo me encuentro aquí.

En prisión casi el 90% de la población reclusa, está relacionada de una u otra forma con la droga; muchos y muchas, la inmensa mayoría, son consumidores/as y, de hecho, víctimas de ella, en el sentido en que domina sus vidas y sus sentimientos, convirtiéndoles en seres amorfos carentes de personalidad. Otra parte, la peor, son las personas que se sirven de esta situación de ansiedad en los y las drogadictas, para hacer su negocio, inundando los patios de heroína y explotando económicamente, sin el mínimo riesgo o escrúpulo, a las personas prisioneras aquí.

Todo ello ante la pasividad de la Administración que, al igual que sucede con el Estado, ( de la que es afluente vital), se beneficia de ella y solo la persigue en apariencia ( nunca de manera efectiva), pues necesita de su existencia, como explicaré más adelante.
Para verter luz sobre el tema expuesto, cabe decir que, en consecuencia  a todo lo desarrollado hasta ahora, los patios de las prisiones son un reflejo leal de la sociedad en la que vivimos ahora; personas pululando por los patios buscándose «la vida» para su dosis, otras robando, algunas vendiendo el oro, el reloj, la tele, etc., ante la creciente inundación de droga ( hay más heroína que nunca en las cárceles), y la enorme oferta existente en prisión, ahora que la heroína viene a darse más barata, ( abaratamiento que indica la inmensa cantidad que hay en la actualidad en la península ibérica). Como consecuencia de ello se multiplican las enfermedades, SIDA, tuberculosis, etc., que crean estragos entre estas personas ya enfermas, más aún cuando nos encontramos ante unos servicios médicos incompetentes. Ya es habitual ver a personas en los huesos caminando por el patio, o en la enfermería agonizar, como algo cotidiano que no merece más atención; mientras esto ocurre, mientras se viene ahora a añadir el narcotráfico de los médicos, al ya existente en prisión ( con pastillas psicotrópicas, metadona, etc.), otros presos y presas se benefician de ello y se dan la gran vida, hacen grandes economatos y los dirigen, tienen puestos de confianza y a otras personas trabajando para ellos, asimilando el más puerco espíritu de la sociedad capitalista exterior en que de todo se hace un negocio ( droga, sexo infantil, trata de blancas, negocios de inmigrantes, medicaciones para enfermedades como el SIDA, etc.); Esto significa, que es la sociedad y su proyecto socio-económico la que genera toda esta miseria, pues con 50 000 personas presas, no han disminuido los delitos, al contrario; por lo que el problema no está en las 50000 mil personas ya presas, sino en la calle, en el seno de la sociedad y de su Estado, que siguen generando más y más carne de presidio,  hombres y mujeres que caerán con facilidad, sino lo han hecho ya, en el mundo de las drogas y la delincuencia para siempre, dentro de prisión. Existen las drogas, la drogadicción, los traficantes ( con las enfermedades y las miserias que generan) en la cárcel, porque como el abuso y la injusticia, se heredan de la sociedad y de ese proyecto socio-económico que, la mayoría de las personas libres votan y eligen. Esta es la realidad, una realidad de que es responsable, como cualquiera de esos traficantes que viven bien a costa de hundir más en la miseria a los demás, cualquier persona que participa en ese proyecto neoliberal del Estado.

Veamos ahora porque la administración es parte interesada en que se sostenga la droga en prisión y porque cabe afirmar seriamente que, si existe droga aquí dentro, con los enormes controles que existe es porque, sin duda, esta lo permite.

Llevo 10 años paseando por cárceles y más cárceles, y conozco bien 17 de ellas, en las que he sido huésped de sus aislamientos y departamentos especiales; ¡NUNCA!, absolutamente nunca, me he encontrado con un preso que estuviese encerrado allí por tráfico de drogas, pero si muchas personas con dignidad que protestaron y reclamaron sus derechos, o por peleas, robos, o consumición de drogas ( víctimas de ella). De  esta últimas vi muchas; traficantes ningunos, de hecho, actualmente aquí, en Villabona no dejan de ir y venir chiquillos de los módulos con «mono», por problemas tontos o en relación con las drogas, pero no hay ninguno que traficara ahí afuera, y sí muchos consumidores. La administración no persigue el tráfico de drogas, está claro ( he consultado a innumerables presos amigos este hecho y me han constatado esta observación, con su experiencia en otros módulos, generalizando) y por lo tanto cabe preguntarse el porqué; la respuesta es siempre tal y como yo la veo; la droga sirve como calmante a los presos y presas, suaviza los patios y mantiene a las personas presas sumidas en el sopor y la esclavitud ( esto es la dependencia), lo cual les llevará a estar toda la condena pendientes de conseguir su dosis y no de sus derechos, de su situación en prisión. Esto facilita la labor de la administración, manteniendo a las personas excluidas de la sociedad, alejadas de su situación real, de la exigencia de sus derechos y sumisas al reglamento penitenciario ( sí te portas mal y te metemos en aislamiento, no te drogas; el temor al mono hace el resto) si no hay droga no hay mono, y si no hay mono, ni droga, no hay chantaje, ni miedo, ni sumisión, por lo que la droga pasa a ser parte del tratamiento. Duro ¿verdad? Pero pondré oto ejemplo más claro, cuando se creó el régimen FIES, ante la resistencia de estos presos llenos de dignidad y rebeldía, se ordenó por Madrid que se facilitaran todo tipo de pastillas a los reclusos en Régimen Especial y así, con el reparto de estas drogas, que fueron ofreciendo puerta por puerta, departamento por departamento, consiguieron minar la voluntad ( aprovechando la conocida drogadicción de muchos) de bastantes de éstos y el suicidio de dos de ellos, al retirárselos, años después, como castigo. No es cierto que la administración trafique con droga, la proporcionan los médicos, pero sí es cierto que no hace nada para erradicarlas y se beneficia de ello cara al tratamiento, y en consecuencia los traficantes campan a sus anchas-con sus caras de cerdos- por los patios en buena convivencia con los carceleros. Que solo tienen por misión encerrar en celdas, vigilar o apalear a quienes muestran la coherente actitud de un espíritu digno y rebelde contestatario.

Ahora, en la actualidad, se reparte metadona, pero ¿qué ocurre? Los médicos, siervos de la administración, y los carceleros, aprovechan esta coyuntura para chantajear a estas personas que están enganchadas a ella el mono de la metadona es peor que el de la heroína-, para pedirles información, amenazarles y tenerles bien sujetos, y no para una salida de las drogas y ofrecerles una opción frente a ella. Todo esto es el reflejo a su vez de lo que el Estado hace con la juventud contestataria en la calle, robándoles sus ideas, su justa rebeldía con la inundación de la droga en sus capitales o zonas de mayor conflictividad, para anotarles a la dependencia, o lo que es lo mismo, a al forma de control.

Para concluir, decir que la esperanza de que las drogas no existan, ni maten más personas, ya sea en prisión, ya sea en la calle ( y no olvidemos que sin droga la población reclusa sería mínima), pasa por la toma de conciencia y la ruptura con toda forma de política, Estado, administración, partidos políticos, etc., se sostengan la actual dinámica neoliberal y, por consiguiente, el negocio de las drogas, que a su vez genera el negocio de las cárceles, los tribunales, los abogados listillos y todo un enorme aparato represivo ( con el que nos controlan a todos y todas, sin excepción), que solo tiene como fin perpetuar las desigualdades sociales ( origen de todo esto), el privilegio de unos pocos sobre los muchos y un sistema de cosas que nos conduce a la esclavitud, a la indecencia del más puro egoísmo y al más absoluto caos.

Conocer esta realidad y no hacer nada por cambiarla nos convierte en cómplices de un crimen terrible como lo es la cárcel actual, con todas sus miserias; en jueces y verdugos, de personas que un día vivieron ahí fuera, fueron nuestros vecinos y/o amigos de la infancia, a los que la droga arrojó a prisión por causa de la pobreza, de la ignorancia o de insisto, esa inundación de droga que a tanta gente buena arrastra y destruye, terminando en el «desguace» de la cárcel, lugar a donde arrojáis cobardemente aquello que por su dureza y realidad, os es difícil mirar a la cara, o que al Estado, vuestro amo, le interesa ocultar.

Xosé Tarrío

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