Métodos de control en prisión

El hecho de permanecer encarcelado es intrínsecamente el método de control absoluto, pero la prisión tiene su propia dinámica, su propia vida y como imagen fiel de la sociedad que la acoge, posee su propio sistema de control; al igual que las esposas una vez cerradas tienen su seguro para bloquear la apertura. El control penitenciario intenta ir mucho más allá del mero dominio físico de la persona. La batería de mecanismos disponibles para la anulación de la persona presa es numerosa y variada, conformando un abanico cuyo principio es la legalidad aparente, recogida en Reglamento Penitenciario, Circulares, Código Penal, autos judiciales, etc. y cuyo último pliegue consiste en la ilegalidad manifiesta, si bien ésta suele ser hábilmente cubierta por el resto de las hojas del abanico.

Las barreras arquitectónicas, con la filosofía panoptista, cumplen su función de control físico ayudadas por las tecnologías modernas, una vez más utilizadas para oprimir y no aliviar, cámaras, sensores, alambradas.

La fuerza física se utiliza indiscriminadamente como primer o último recurso porque precisamente es uno de los medios de control totalmente legales y que en ningún caso suele acarrear problemas para el carcelero (funcionario de prisiones); más miedo tiene de contagiarse una hepatitis o SIDA del preso apaleado que de posibles denuncias. Pero la cárcel se ha convertido en los últimos años en verdaderos laboratorios de ensayos de manipulación de conductas, porque la fuerza bruta pocas veces ha servido para dominar al rebelde, objetivo mucho más interesante que su eliminación física. Se comenzó con la división de los espacios en módulos pequeños donde el control directo es más plausible y efectivo. Aquí toxicómanas, aquí preventivas, allí condenadas… Una vez catalogadas debidamente empiezan el trabajo aquellas profesionales encargadas del estudio pormenorizado del individuo tratando de que ningún aspecto en absoluto escape a su observación, pues la información es control.

Es bastante corriente que la persona presa sea una persona emocionalmente inestable o tenga un estado psicológico fácilmente alterable, no en vano la condición misma de presidio mantiene en continua alarma mental, estresante, claramente desequilibradora. También es normal que el calificativo de enfermos tenga mucho más acierto para describir a la inmensa mayoría de las gentes que hoy en día ingresan y permanecen en prisión que la de propios criminales. A todo este gran grupo es harto sencillo controlar simplemente con la administración de drogas, bien permitiendo la restringida circulación de la ilegal, bien potenciando los protocolos (que obligan a sumir bajo firma de responsabilidad de lo que te pueda ocurrir debido a la dosis) sobre la metadona, moderna panacea que es barata, destruye antes al consumidor enganchándolo más terriblemente que la droga originaria, con lo que observamos un aumento importante de la gente enganchada a la institucional metadona, o con el inusual auge de las medicaciones psicotrópicas, repartidos a diestro y siniestro porque mantiene relajados a todos estos grupos de estado permanente de ansiedad.

De todos modos no hay gran cosa que una persona presa pueda manipular a su antojo, salvo su integridad, su fuerza interior, aquello que permite resistir. Todo lo demás les pertenece. El dominio de las comunicaciones y las informaciones que recibe es crucial. La institución decide quien puede verte o no, ellos deciden con quien tienes que relacionarte, impidiendo a su albedrío las relaciones personales que no les interesan o parezcan bien. Un traslado estratégico a mil kilómetros de distancia es buen arma para destruir un amor, una amistad, un atisbo de reconocimiento, para destruir al hombre.

La información parecía presentar antaño diferentes problemas para los ideólogos penitenciarios, sin estar muy seguros de si era negativa a sus intereses o no. Hoy ya no les preocupa prácticamente la cuestión y los periódicos no se recortan, cualquiera tiene una televisión; lógicamente se dieron cuenta de que los medios de comunicación les pertenecen, así que ahora los utilizan. Todos tienen sus encargados de prensa: sindicatos, prisiones, Dirección General… todos tienen un interés especial en mantener en circulación la información oficial, no dudando en tergiversarla, en publicar información personal de las personas presas, a veces conscientemente falsa con el objetivo de dirigir la opinión exterior, quienes al fin y al cabo aprueban la actuación institucional, siempre punitiva y destructora del individuo, nunca rehabilitadora.

¿Por qué, y con qué derecho, unos pocos hombres se arrogan el poder de encarcelar, castigar, atormentar, pegar, desterrar y condenar a muerte a sus semejantes; siendo así que ellos no difieren de los que, por su orden, son castigados, encarcelados y desterrados?

Lev Nicolatevich Tolstoi

 

Deja un comentario