MUJER Y PRISIÓN: DOBLE OPRESIÓN

«… Para la detenida el pecado es doble: no sólo ha violado las leyes de la sociedad sino que también ha abandonado su papel tradicional de mujer pasiva, esposa y madre. Estas características son esenciales para comprender la psicología de una prisión de mujeres, puesto que se nos hace pagar por haber violado las leyes de la sociedad. La prisión tiene por cometido recordarnos que somos mujeres y ayudarnos a reprender el papel que la sociedad nos ha otorgado. Las actividades en prisión están orientadas en este sentido, bien sea través de la gama de actividades que nos son propuestas, tales como cursillos de punto, costura, cocina, los cuales deberán de hacer de nosotras buenas esposas y madres, bien sea mediante las películas que nos proyectan y cuyos temas principales son la historia de mujeres maltratadas por sus maridos, siempre les perdonan cuando regresan al hogar; mujeres cuyas vidas están consagradas a adorar y dar gusto al marido y a los hijxs, olvidándose de ellas mismas. Evidentemente también nos enseñan que los polis son unos incomprendidos a quienes debemos ayudar y que debemos amar a nuestro país y a los patrones…» (Testimonio de un grupo de mujeres encarceladas en la prisión central de mujeres de Fleury-Mérogis)

Hablar de la cárcel desde una perspectiva de género, no es más que un cruel eufemismo para ocultar el hecho de que las cárceles estaban sólo pensadas para hombres. Es en esa estructura carcelaria, en la que se encierra a mujeres sin tener en cuenta las necesidades específicas de su condición, ocupando principalmente el espacio que no ocupaban los hombres. En el estado español hay tres cárceles exclusivas para mujeres (Wad-Ras en Barcelona, Alcalá de Guadaira en Sevilla y Brieva en Ávila) y los demás espacios de encierro, son módulos, unidades o departamentos en cárceles de hombres.

El número de mujeres en prisión se ha multiplicado alarmantemente en los últimos años, por delitos relacionados con las drogas y casi siempre por ser pareja de algún traficante y suelen ser participantes residuales de la actividad. Las mujeres suelen reincidir menos que los hombres, la naturaleza de sus delitos son de menor importancia, y sin embargo sus condenas siempre son altas cuando se mueven en el mundo del tráfico de drogas.

El hecho de ser madre, posibilita que si la mujer está embarazada o tiene una criatura, cuando nazca o hasta los tres años, permanecerá en prisión con la madre y posteriormente si no tiene familia en el exterior, la criatura pasará a una institución de acogida y/o definitivamente a una familia de adopción, a partir de la cual se rompe el vínculo materno-filial.

Las mujeres en prisión tienen muchas menos visitas que los hombres y suelen perder los vínculos afectivos que tenían en la calle, por lo que cumplen su condena con una mayor soledad. Las situaciones depresivas, se multiplican con el encierro, pues el sistema condiciona culpabilizando a la mujer, como esposa y madre «fracasada» y el tratamiento penitenciario tiene un enfoque predominantemente psiquiátrico, más que resocializador, y por ello la prescripción de ansiolíticos, antidepresivos y narcóticos es mucho mayor.

La discriminación de la mujer en prisión, es aún mayor según sea su condición social, su origen, el color de su piel. Además tienen menos actividades y orientadas a los roles tradicionales que se supone que deben desempeñar en la sociedad, reafirmando y retribuyendo a las mujeres en sus roles domésticos de hijas, madres o esposas, a través de un tratamiento disciplinario que les inculca sumisión y pasividad y es menos permisivo con sus comportamientos y por ello más sancionadas.

Los talleres productivos para las mujeres, acostumbran a ser los más duros, los peor pagados y los que han sido rechazados en las cárceles de hombres.

CUESTIÓN SANITARIA DE LA MUJER PRESA

Más del 80% de las mujeres presentan graves problemas de salud que precisan de tratamiento como problemas psíquicos, drogodependencias, hepatitis, SIDA… A veces se les niega cuestiones tan elementales como información sobre sus propias dolencias, diagnósticos y tratamientos. En muchos casos el tratamiento médico presupone un traslado a una prisión alejada de su entorno, pues carecen de equipos especializados, siendo los propios médicos generalistas de la prisión quienes realizan funciones asistencialistas para las que no están preparados. Lo mismo sucede en los casos de embarazo. La asistencia ginecológica y odontológica es inexistente y la atención sanitaria para mujeres presas en aislamiento, tampoco existe.

De la Cárcel de Ventas, símbolo de todas las cárceles de mujeres de este país, sacaron el mayor número de mujeres para ser ejecutadas. Su capacidad era para quinientas presas, pero hacinaron a catorce mil. Todas torturadas, rapadas, humilladas, cientos de ellas violadas. El hacinamiento les comía de parásitos y sarna. En sus brazos murieron sus pequeños hijos comidos por el hambre y los parásitos. Las torturas y los largos años de prisión los sufrieron con la misma fortaleza y dignidad que nuestros presos hermanos

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